LA EPIDEMIA DEL CANCER
PASIVIDAD POLITICA ANTE LA EPIDEMIA DEL CANCER
David Hammerstein, eurodiputado de Los Verdes
Uno de cada tres hombres y una de cada cinco mujeres padecerán el cáncer en algún momento de su vida. ¿Por qué hay cada vez más casos y en personas más jóvenes? Ya es hora de abrir un amplio debate social sobre la lucha contra el cáncer. Según un estudio reciente encargado por el Ministerio de Sanidad apenas se estudian las causas ni siquiera se recogen los datos epidemiológicos necesarios para tomar medidas de prevención pública.
La guerra contra el cáncer se está perdiendo porque se considera sólo como una batalla en su fase final a base de farmacia, quimio/radio terapia y quirófanos. Para ganar la batalla hay que reducir sustancialmente el número de casos producidos, no solo mejorar los tratamientos. Salvo la excepción del hábito de fumar, entendido como una decisión personal, socialmente se suele considerar el hecho de contraer el cáncer como una fatídica enfermedad de causas inevitables y casi aleatorias. Al tiempo las personas nos encontramos totalmente indefensos y sin recursos cuando estamos atrapados en contextos cotidianos llenos peligros mortíferos que desconocemos y que potencian esta enfermedad. Cuando una cuarta parte de los puestos de trabajo tienen presentes elementos cancerígenos, cuando toneladas de tóxicos peligrosos se acumulan en nuestros alimentos y en nuestros cuerpos, y cuando la contaminación atmosférica de nuestras ciudades nos bombardea con millones de dañinas partículas en suspensión que se moran en nuestros pulmones.
A pesar de estos hechos corrobados por numerosos datos empíricos e informes científicos, paradójicamente la casi totalidad de las inversiones, investigaciones y esperanzas se depositan en caros y lucrativos tratamientos finales cuando la enfermedad ya haya aparecido, y se ignoran o se menosprecian con ello los consejos preventivos y las orientaciones científicas, y con ello se hacen imposibles unas políticas ambientales y de salud pública y laboral, que actuando preventivamente sobre las causas pudieran reducir sustancialmente el número de personas que sufren el cáncer.
Pero la tendencia reinante en las políticas es la de enfrentarse al cáncer sólo al "final de la tubería", cuando los daños ya se han generado y la "economía de la biopsia y la autopsia" hace el gran negocio. El tratamiento de un creciente número cánceres resulta ser así un atractivo negocio con costes personales, económicos, y sociales muy altos, mientras que comenzar el camino de prevenir sus causas ambientales difusas y públicas, salvando con ello a millones de vidas, no lo es. Los fármacos cotizan en bolsa, mientras la salud pública malvive con unos presupuestos paupérrimos.
Sin duda, el cáncer es una auténtica epidemia favorecida por nuestra forma y condiciones de vida modernas muy artificializadas. También es una tragedia social que afecta a millones de personas en España, y que hasta ahora principalmente ha tenido una respuesta insuficiente sólo en su fase final de incidencia en las personas, mediante la farmacológica y el hospital. Son urgentes las políticas y regulaciones que incorporen la información objetiva existente sobre su origen social y medioambiental, y sobre la incidencia, peligros y presencia de las sustancias cancerígenas en los lugares, espacios, alimentos y objetos con los que nos relacionamos cotidianamente. El proyecto de reglamento europeo de sustancias químicas REACH puede ser un gran paso en esta dirección. También es imprescindible un mayor apoyo financiero a la investigación científica y al servicio público en el campo de salud preventiva y ambiental. Solo así ganaremos de verdad la lucha contra el cáncer.
David Hammerstein, eurodiputado
ELPAIS.es > Sociedad
El tabaco, el alcohol y los contaminantes en el trabajo y en la dieta son factores de riesgo
M. R. E. - Madrid
EL PAÍS - Sociedad - 18-08-2005
El consumo de tabaco, de alcohol, y la exposición a otras sustancias cancerígenas en el trabajo, el ambiente y la dieta son los factores más importantes de riesgo para el cáncer, según la evidencia científica disponible. Mientras que el tabaco y el alcohol son factores bastante conocidos ya, el factor ambiental resulta más desconocido. Continuamente se están produciendo nuevos estudios que indican que determinados contaminantes pueden estar contribuyendo a la escalada del cáncer, sin desdeñar el gran peso del tabaco y del alcohol. La dieta especialmente, se convierte en una fuente de exposición a contaminantes físicos, químicos, orgánicos e inorgánicos, subrayan los autores del informe presentado ayer en el Ministerio de Sanidad, que la convierte en un factor de riesgo de cáncer cuyo estudio es muy complejo.
El Código Europeo contra el Cáncer incide en la conveniencia de adoptar estilos de vida más saludables, como no fumar, evitar el sobrepeso y la obesidad, realizar ejercicio físico, comer frutas y vegetales variados, moderar el consumo de alcohol, evitar la exposición al sol y cumplir las normas para prevenir exposiciones relacionadas con el trabajo y con el ambiente a sustancias cancerígenas.
Estos consejos tienen su base en datos estadísticos muy contundentes que indican que las personas que los siguen tienen un riesgo menor de desarrollar algún tipo de cáncer, pero hay factores que se están revelando importantes que escapan a la voluntad personal. Por ejemplo, en el caso de una alimentación rica en grasas, el mayor riesgo podría estar asociado a que en los productos grasos se acumulan los contaminantes persistentes (como algunos pesticidas) que se relacionan con el mayor riesgo de cáncer de mama. Una mayor ingesta de frutas y verduras también tiene el peligro de ingerir más pesticidas. Y la realización de ejercicio físico en una atmósfera contaminada con partículas en una gran ciudad puede resultar incluso desaconsejable para evitar el cáncer de pulmón.
En el medio laboral, el estudio Carex estimó que en España 3,1 millones de trabajadores, el 25% de la población laboral, estarían expuestos a agentes carcinógenos, entre los que sobresalen la radiación solar, la exposición pasiva al humo del tabaco, a polvo de sílice cristalina, a polvo de madera, al radón y a humos de motores diesel.
David Hammerstein, eurodiputado de Los Verdes
Uno de cada tres hombres y una de cada cinco mujeres padecerán el cáncer en algún momento de su vida. ¿Por qué hay cada vez más casos y en personas más jóvenes? Ya es hora de abrir un amplio debate social sobre la lucha contra el cáncer. Según un estudio reciente encargado por el Ministerio de Sanidad apenas se estudian las causas ni siquiera se recogen los datos epidemiológicos necesarios para tomar medidas de prevención pública.
La guerra contra el cáncer se está perdiendo porque se considera sólo como una batalla en su fase final a base de farmacia, quimio/radio terapia y quirófanos. Para ganar la batalla hay que reducir sustancialmente el número de casos producidos, no solo mejorar los tratamientos. Salvo la excepción del hábito de fumar, entendido como una decisión personal, socialmente se suele considerar el hecho de contraer el cáncer como una fatídica enfermedad de causas inevitables y casi aleatorias. Al tiempo las personas nos encontramos totalmente indefensos y sin recursos cuando estamos atrapados en contextos cotidianos llenos peligros mortíferos que desconocemos y que potencian esta enfermedad. Cuando una cuarta parte de los puestos de trabajo tienen presentes elementos cancerígenos, cuando toneladas de tóxicos peligrosos se acumulan en nuestros alimentos y en nuestros cuerpos, y cuando la contaminación atmosférica de nuestras ciudades nos bombardea con millones de dañinas partículas en suspensión que se moran en nuestros pulmones.
A pesar de estos hechos corrobados por numerosos datos empíricos e informes científicos, paradójicamente la casi totalidad de las inversiones, investigaciones y esperanzas se depositan en caros y lucrativos tratamientos finales cuando la enfermedad ya haya aparecido, y se ignoran o se menosprecian con ello los consejos preventivos y las orientaciones científicas, y con ello se hacen imposibles unas políticas ambientales y de salud pública y laboral, que actuando preventivamente sobre las causas pudieran reducir sustancialmente el número de personas que sufren el cáncer.
Pero la tendencia reinante en las políticas es la de enfrentarse al cáncer sólo al "final de la tubería", cuando los daños ya se han generado y la "economía de la biopsia y la autopsia" hace el gran negocio. El tratamiento de un creciente número cánceres resulta ser así un atractivo negocio con costes personales, económicos, y sociales muy altos, mientras que comenzar el camino de prevenir sus causas ambientales difusas y públicas, salvando con ello a millones de vidas, no lo es. Los fármacos cotizan en bolsa, mientras la salud pública malvive con unos presupuestos paupérrimos.
Sin duda, el cáncer es una auténtica epidemia favorecida por nuestra forma y condiciones de vida modernas muy artificializadas. También es una tragedia social que afecta a millones de personas en España, y que hasta ahora principalmente ha tenido una respuesta insuficiente sólo en su fase final de incidencia en las personas, mediante la farmacológica y el hospital. Son urgentes las políticas y regulaciones que incorporen la información objetiva existente sobre su origen social y medioambiental, y sobre la incidencia, peligros y presencia de las sustancias cancerígenas en los lugares, espacios, alimentos y objetos con los que nos relacionamos cotidianamente. El proyecto de reglamento europeo de sustancias químicas REACH puede ser un gran paso en esta dirección. También es imprescindible un mayor apoyo financiero a la investigación científica y al servicio público en el campo de salud preventiva y ambiental. Solo así ganaremos de verdad la lucha contra el cáncer.
David Hammerstein, eurodiputado
ELPAIS.es > Sociedad
El tabaco, el alcohol y los contaminantes en el trabajo y en la dieta son factores de riesgo
M. R. E. - Madrid
EL PAÍS - Sociedad - 18-08-2005
El consumo de tabaco, de alcohol, y la exposición a otras sustancias cancerígenas en el trabajo, el ambiente y la dieta son los factores más importantes de riesgo para el cáncer, según la evidencia científica disponible. Mientras que el tabaco y el alcohol son factores bastante conocidos ya, el factor ambiental resulta más desconocido. Continuamente se están produciendo nuevos estudios que indican que determinados contaminantes pueden estar contribuyendo a la escalada del cáncer, sin desdeñar el gran peso del tabaco y del alcohol. La dieta especialmente, se convierte en una fuente de exposición a contaminantes físicos, químicos, orgánicos e inorgánicos, subrayan los autores del informe presentado ayer en el Ministerio de Sanidad, que la convierte en un factor de riesgo de cáncer cuyo estudio es muy complejo.
El Código Europeo contra el Cáncer incide en la conveniencia de adoptar estilos de vida más saludables, como no fumar, evitar el sobrepeso y la obesidad, realizar ejercicio físico, comer frutas y vegetales variados, moderar el consumo de alcohol, evitar la exposición al sol y cumplir las normas para prevenir exposiciones relacionadas con el trabajo y con el ambiente a sustancias cancerígenas.
Estos consejos tienen su base en datos estadísticos muy contundentes que indican que las personas que los siguen tienen un riesgo menor de desarrollar algún tipo de cáncer, pero hay factores que se están revelando importantes que escapan a la voluntad personal. Por ejemplo, en el caso de una alimentación rica en grasas, el mayor riesgo podría estar asociado a que en los productos grasos se acumulan los contaminantes persistentes (como algunos pesticidas) que se relacionan con el mayor riesgo de cáncer de mama. Una mayor ingesta de frutas y verduras también tiene el peligro de ingerir más pesticidas. Y la realización de ejercicio físico en una atmósfera contaminada con partículas en una gran ciudad puede resultar incluso desaconsejable para evitar el cáncer de pulmón.
En el medio laboral, el estudio Carex estimó que en España 3,1 millones de trabajadores, el 25% de la población laboral, estarían expuestos a agentes carcinógenos, entre los que sobresalen la radiación solar, la exposición pasiva al humo del tabaco, a polvo de sílice cristalina, a polvo de madera, al radón y a humos de motores diesel.
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