LECCIONES DEL TSUNAMI PARA QUIENES MENOSPRECIAN A LA MADRE TIERRA
A LO LARGO DE LOS ÚLTIMOS AÑOS DE GLOBALIZACIÓN DIRIGIDA POR EL LIBRE MERCADO, EL RESPETO A LA VULNERABILIDAD DE LOS ECOSISTEMAS COSTEROS HA SIDO SACRIFICADO EN ARAS DE LA CONSTRUCCIÓN DE HOTELES, DE CRIADEROS DE CAMARONES A ESCALA INDUSTRIAL Y DE REFINERÍAS. LOS MANGLARES Y LOS ARRECIFES DE CORAL HAN SIDO IMPLACABLEMENTE DESTRUIDOS, QUITÁNDOSE ASÍ LAS BARRERAS PROTECTORAS NATURALES CONTRA TORMENTAS, CICLONES, HURACANES Y TSUNAMIS.
Vandana Shiva, escritora y militante internacional en campañas por los derechos de la mujer y por el ambiente.
Gaia, diosa de la tierra, no podía haber elegido un sitio y un tiempo más apropiados para enviarnos este mensaje acerca de sus poderes ocultos: nosotros somos indios e indonesios, cingaleses y suecos, tailandeses y maldivos sólo en segundo lugar, puesto que por sobre todo somos ciudadanos e hijos de la tierra y estamos compartiendo el destino común de una catástrofe y un común deseo de ayudar y tratar de remediar el mal sufrido.
Las vacaciones de Navidad y de Año Nuevo traen gente del mundo entero a las playas de Asia. El tsunami, el maremoto provocado por un terremoto el 26 de diciembre pasado en el Océano Índico se convirtió en una tragedia planetaria porque afectó no sólo a los asiáticos sino también a gran número de turistas occidentales.
Aunque la tragedia inmediata sufrida por millones debe ser nuestra primera preocupación y objeto de rápida respuesta hay también lecciones a largo plazo que nos da el tsunami. Necesitamos escuchar a Gaia.
La primera lección se refiere al desarrollo en las regiones costeras. A lo largo de los últimos años de globalización dirigida por el libre mercado, el respeto a la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros ha sido sacrificado en aras de la construcción de hoteles, de criaderos de camarones a escala industrial y de refinerías. Los manglares y los arrecifes de coral han sido implacablemente destruidos, quitándose así las barreras protectoras naturales contra tormentas, ciclones, huracanes y tsunamis.
Cuando realizamos un estudio sobre el ciclón de Orissa, que mató a 30.000 personas en 1999, hallamos que la destrucción fue mucho más severa donde se habían eliminado los manglares para hacer criaderos de camarones y refinerías. El movimiento popular hizo que la Suprema Corte de India
ordenara cerrar los criaderos de camarones ubicados a menos de 500 metros de la línea de la costa de acuerdo. Al fundamentar su voto dos miembros de la Suprema Corte señalaron que "el daño causado a la ecología y la economía por
los establecimientos industriales de piscicultura es más alto que las ganancias por la venta de sus productos. Quizás por esa razón los países
europeos y Estados Unidos no permiten que sus aguas costeras sean explotadas por criaderos de camarones."
Sin embargo, en lugar de obedecer la orden judicial, la industria camaronera trató de hacer anular las leyes ecológicas para la protección de las zonas costeras e influyó sobre los gobiernos para que la eximieran de cumplir con esas leyes. Este incumplimiento de las normas ambientales que protegen a las áreas costeras tuvo claramente un papel en el incremento de la destrucción causada por la tsunami.
Nagapattinam, la zona más duramente golpeada por el maremoto fue también la más afectada debido a la abundancia de criaderos industriales de camarones. Las tribus indígenas de los andamanes y los nicobar, los onges, los jaawas, los sentinelese y los shompen, que viven con métodos naturales y ecológicos, tuvieron las menores pérdidas humanas aunque en el subcontinente indio son los que están más cerca del epicentro del terremoto.
Ojalá que los gobiernos aprendan una lección que la tierra ha tratado de dar al "desarrollo" que hace caso omiso de los límites ecológicos y de los imperativos ambientales y que sólo puede llevar a una destrucción inimaginable.
La segunda lección que nos enseñó la tsunami es que un mundo organizado en torno a los mercados y al lucro, y que olvida a la naturaleza y la gente, está mal pertrechado para hacer frente a tales desastres.
Aunque nos engañemos a nosotros mismos al creer que vivimos en una "era de la información" y en "economías del conocimiento", el conocimiento de los 8,9 grados de la escala Richter para los terremotos no pudo ser comunicado a tiempo por el US Geological Survey -el organismo estadounidense que vigila ese tipo de accidentes geológicos- a los países amenazados para que pudieran tomar medidas oportunas para salvar vidas.
Mientras que los mercados de valores del mundo reaccionan instantáneamente ante las señales y mientras que toda la economía de las Tecnologías de la Información (TI) se basa en comunicaciones instantáneas, al mundo le ha llevado días poder establecer cuántos murieron y cuántos han quedado sin hogar a causa del maremoto.
El tsunami nos enseña que no vivimos en una era de la información basada en la "conectividad" sino en la ignorancia, en la exclusión y la incomunicación. La revolución de las TI ha evolucionado para servir a los mercados, pero ha dejado de lado a las necesidades de la gente. Los animales y las comunidades indígenas tienen la inteligencia de anticipar a el tsunami y de protegerse a ellos mismos.
A las culturas del siglo XXI personificadas por la tecnología de la información les faltó el respeto a Gaia y la disposición para conectarse y
protegerse a tiempo del terremoto y de el tsunami. Tenemos que reconsiderar los conceptos dominantes en el área de la inteligencia y la información y
tomar lecciones de Gaia acerca de cómo vivir inteligentemente en el planeta.
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Las lecciones ambientales del «tsunami»
Resultó un cóctel mortal. El desproporcionado crecimiento turístico aceleró la urbanización de las costas de los países azotados por el maremoto en los últimos quince años y concentró allí un número alto de personas que venían del interior. Los complejos hoteleros se multiplicaron en cada isla, y con ellos, la tala de la mitad de los manglares en países como Tailandia, y la progresiva destrucción de los arrecifes de coral y las praderas marinas por los sedimentos y la contaminación. Sin estas barreras naturales, las olas gigantes penetraron con más fuerza en el interior y arrastraron en su vuelta al mar a cientos de miles de personas. Todo ello contribuyó a que el «tsunami» fuera aún más destructivo.
Estas espeluznantes fotos por satélite, antes y después de la llegada de las olas gigantes, ilustran lo inenarrable: la devastadora fuerza del «tsunami», mucho peor que un tornado de Fuerza 5, el «Dedo de Dios». De una ojeada desde el espacio se comprende mejor el papel de contención de los manglares: allí donde el bosque húmedo estaba intacto, los daños fueron menores, dicen los expertos... y la vista. La prueba sobre el terreno la proporcionó una nueva técnica experimental que se empleó para frenar la erosión de las playas en Malasia y que involucraba la replantación de manglares: el maremoto probó, de forma paradójica, su enorme eficacia.
La responsable es la profesora Noraini Mohd Tamin, de la Asociación Ecologista para el Control de la Erosión de Malasia. Y demuestra cuál es el papel de los manglares a la hora de amortiguar los efectos del «tsunami». El proyecto recibió fondos del Gobierno malayo entre 1999 y 2001, y se estableció una estación experimental en Kuala Sala, en Kedah, una zona que, antes del maremoto, ya sufría una fuerte erosión por culpa de las olas. Se trataba de consolidar un cinturón de playa, de un kilómetro de longitud y unos diez metros de altura, mediante técnicas de eco-ingeniería, en la que se instalaron en 1999 «pilas» de manglares de seis metros, y bolsas parcialmente rellenas de lodos, que vertían su contenido al fondo fangoso como línea de defensa.
Un año después, escribe Tamin, con la costa estabilizada, se llevó a cabo la replantación de manglares del género Rhizopoda, que empezaron a enraizarse en el suelo. «Hacia el 25 de diciembre de 2004, el 90 por ciento de la costa próxima al proyecto estaba protegida por manglares de tres metros», indica Tamin. No podía imaginar que al día siguiente, las olas gigantes se abalanzarían sobre el lugar. Pero, a pesar de su imparable fuerza, sólo lograron arrancar el 30 por ciento de los manglares replantados. Era como si se hubieran instalado estructuras de hormigón antimareas. «Una cabina portátil situada a menos de dos metros de la costa todavía sigue en pie», escribe Tamin. «El nivel del mar se elevó medio metro, pero no fue suficiente para dañar las cabinas o inundar los campos de arroz cercanos.
En realidad, y gracias a los manglares, el daño a las áreas adyacentes, incluyendo Kampurg Burma, fue mínimo. Pero las zonas que no estaban protegidas, a sólo dos kilómetros al sur de la estación, fueron severamente erosionadas». Los manglares son una barrera de contención para las poblaciones del interior. Cuando las olas chocaron contra ellos, absorbieron parte de su energía. Pero hay otras barreras previas: las dunas arenosas naturales, con los arbustos propios que crecen en ellas, las praderas marinas, también llamadas césped de mar, y los arrecifes coralinos. Todos ellos fueron golpeados y castigados por las olas y ejercieron un efecto de amortiguación importante. Su salud, en cualquier caso, está conectada con la de los manglares, asegura Faizal Parish, director del Global Environmental Center en Selangor, Malasia.
Fuente: La Razón
Vandana Shiva, escritora y militante internacional en campañas por los derechos de la mujer y por el ambiente.
Gaia, diosa de la tierra, no podía haber elegido un sitio y un tiempo más apropiados para enviarnos este mensaje acerca de sus poderes ocultos: nosotros somos indios e indonesios, cingaleses y suecos, tailandeses y maldivos sólo en segundo lugar, puesto que por sobre todo somos ciudadanos e hijos de la tierra y estamos compartiendo el destino común de una catástrofe y un común deseo de ayudar y tratar de remediar el mal sufrido.
Las vacaciones de Navidad y de Año Nuevo traen gente del mundo entero a las playas de Asia. El tsunami, el maremoto provocado por un terremoto el 26 de diciembre pasado en el Océano Índico se convirtió en una tragedia planetaria porque afectó no sólo a los asiáticos sino también a gran número de turistas occidentales.
Aunque la tragedia inmediata sufrida por millones debe ser nuestra primera preocupación y objeto de rápida respuesta hay también lecciones a largo plazo que nos da el tsunami. Necesitamos escuchar a Gaia.
La primera lección se refiere al desarrollo en las regiones costeras. A lo largo de los últimos años de globalización dirigida por el libre mercado, el respeto a la vulnerabilidad de los ecosistemas costeros ha sido sacrificado en aras de la construcción de hoteles, de criaderos de camarones a escala industrial y de refinerías. Los manglares y los arrecifes de coral han sido implacablemente destruidos, quitándose así las barreras protectoras naturales contra tormentas, ciclones, huracanes y tsunamis.
Cuando realizamos un estudio sobre el ciclón de Orissa, que mató a 30.000 personas en 1999, hallamos que la destrucción fue mucho más severa donde se habían eliminado los manglares para hacer criaderos de camarones y refinerías. El movimiento popular hizo que la Suprema Corte de India
ordenara cerrar los criaderos de camarones ubicados a menos de 500 metros de la línea de la costa de acuerdo. Al fundamentar su voto dos miembros de la Suprema Corte señalaron que "el daño causado a la ecología y la economía por
los establecimientos industriales de piscicultura es más alto que las ganancias por la venta de sus productos. Quizás por esa razón los países
europeos y Estados Unidos no permiten que sus aguas costeras sean explotadas por criaderos de camarones."
Sin embargo, en lugar de obedecer la orden judicial, la industria camaronera trató de hacer anular las leyes ecológicas para la protección de las zonas costeras e influyó sobre los gobiernos para que la eximieran de cumplir con esas leyes. Este incumplimiento de las normas ambientales que protegen a las áreas costeras tuvo claramente un papel en el incremento de la destrucción causada por la tsunami.
Nagapattinam, la zona más duramente golpeada por el maremoto fue también la más afectada debido a la abundancia de criaderos industriales de camarones. Las tribus indígenas de los andamanes y los nicobar, los onges, los jaawas, los sentinelese y los shompen, que viven con métodos naturales y ecológicos, tuvieron las menores pérdidas humanas aunque en el subcontinente indio son los que están más cerca del epicentro del terremoto.
Ojalá que los gobiernos aprendan una lección que la tierra ha tratado de dar al "desarrollo" que hace caso omiso de los límites ecológicos y de los imperativos ambientales y que sólo puede llevar a una destrucción inimaginable.
La segunda lección que nos enseñó la tsunami es que un mundo organizado en torno a los mercados y al lucro, y que olvida a la naturaleza y la gente, está mal pertrechado para hacer frente a tales desastres.
Aunque nos engañemos a nosotros mismos al creer que vivimos en una "era de la información" y en "economías del conocimiento", el conocimiento de los 8,9 grados de la escala Richter para los terremotos no pudo ser comunicado a tiempo por el US Geological Survey -el organismo estadounidense que vigila ese tipo de accidentes geológicos- a los países amenazados para que pudieran tomar medidas oportunas para salvar vidas.
Mientras que los mercados de valores del mundo reaccionan instantáneamente ante las señales y mientras que toda la economía de las Tecnologías de la Información (TI) se basa en comunicaciones instantáneas, al mundo le ha llevado días poder establecer cuántos murieron y cuántos han quedado sin hogar a causa del maremoto.
El tsunami nos enseña que no vivimos en una era de la información basada en la "conectividad" sino en la ignorancia, en la exclusión y la incomunicación. La revolución de las TI ha evolucionado para servir a los mercados, pero ha dejado de lado a las necesidades de la gente. Los animales y las comunidades indígenas tienen la inteligencia de anticipar a el tsunami y de protegerse a ellos mismos.
A las culturas del siglo XXI personificadas por la tecnología de la información les faltó el respeto a Gaia y la disposición para conectarse y
protegerse a tiempo del terremoto y de el tsunami. Tenemos que reconsiderar los conceptos dominantes en el área de la inteligencia y la información y
tomar lecciones de Gaia acerca de cómo vivir inteligentemente en el planeta.
*********************
Las lecciones ambientales del «tsunami»
Resultó un cóctel mortal. El desproporcionado crecimiento turístico aceleró la urbanización de las costas de los países azotados por el maremoto en los últimos quince años y concentró allí un número alto de personas que venían del interior. Los complejos hoteleros se multiplicaron en cada isla, y con ellos, la tala de la mitad de los manglares en países como Tailandia, y la progresiva destrucción de los arrecifes de coral y las praderas marinas por los sedimentos y la contaminación. Sin estas barreras naturales, las olas gigantes penetraron con más fuerza en el interior y arrastraron en su vuelta al mar a cientos de miles de personas. Todo ello contribuyó a que el «tsunami» fuera aún más destructivo.
Estas espeluznantes fotos por satélite, antes y después de la llegada de las olas gigantes, ilustran lo inenarrable: la devastadora fuerza del «tsunami», mucho peor que un tornado de Fuerza 5, el «Dedo de Dios». De una ojeada desde el espacio se comprende mejor el papel de contención de los manglares: allí donde el bosque húmedo estaba intacto, los daños fueron menores, dicen los expertos... y la vista. La prueba sobre el terreno la proporcionó una nueva técnica experimental que se empleó para frenar la erosión de las playas en Malasia y que involucraba la replantación de manglares: el maremoto probó, de forma paradójica, su enorme eficacia.
La responsable es la profesora Noraini Mohd Tamin, de la Asociación Ecologista para el Control de la Erosión de Malasia. Y demuestra cuál es el papel de los manglares a la hora de amortiguar los efectos del «tsunami». El proyecto recibió fondos del Gobierno malayo entre 1999 y 2001, y se estableció una estación experimental en Kuala Sala, en Kedah, una zona que, antes del maremoto, ya sufría una fuerte erosión por culpa de las olas. Se trataba de consolidar un cinturón de playa, de un kilómetro de longitud y unos diez metros de altura, mediante técnicas de eco-ingeniería, en la que se instalaron en 1999 «pilas» de manglares de seis metros, y bolsas parcialmente rellenas de lodos, que vertían su contenido al fondo fangoso como línea de defensa.
Un año después, escribe Tamin, con la costa estabilizada, se llevó a cabo la replantación de manglares del género Rhizopoda, que empezaron a enraizarse en el suelo. «Hacia el 25 de diciembre de 2004, el 90 por ciento de la costa próxima al proyecto estaba protegida por manglares de tres metros», indica Tamin. No podía imaginar que al día siguiente, las olas gigantes se abalanzarían sobre el lugar. Pero, a pesar de su imparable fuerza, sólo lograron arrancar el 30 por ciento de los manglares replantados. Era como si se hubieran instalado estructuras de hormigón antimareas. «Una cabina portátil situada a menos de dos metros de la costa todavía sigue en pie», escribe Tamin. «El nivel del mar se elevó medio metro, pero no fue suficiente para dañar las cabinas o inundar los campos de arroz cercanos.
En realidad, y gracias a los manglares, el daño a las áreas adyacentes, incluyendo Kampurg Burma, fue mínimo. Pero las zonas que no estaban protegidas, a sólo dos kilómetros al sur de la estación, fueron severamente erosionadas». Los manglares son una barrera de contención para las poblaciones del interior. Cuando las olas chocaron contra ellos, absorbieron parte de su energía. Pero hay otras barreras previas: las dunas arenosas naturales, con los arbustos propios que crecen en ellas, las praderas marinas, también llamadas césped de mar, y los arrecifes coralinos. Todos ellos fueron golpeados y castigados por las olas y ejercieron un efecto de amortiguación importante. Su salud, en cualquier caso, está conectada con la de los manglares, asegura Faizal Parish, director del Global Environmental Center en Selangor, Malasia.
Fuente: La Razón
19 comentarios
hassan -
yo -
Carlos Alfredo -
Carlos Alfredo -
aiideeee -
alexandra -
pingo -
marcela alt. -
martita j -
emili -
Roraima -
En las Islas Canarias, hay un volcán que tiene una falla de varios kms. en el momento que haga erupción y se fracture provocará un tsunami que cubrirá grandes zonas costeras, aquellos que ante estos hechos dicen "ja" o lo toman a la ligera, informense un poco más.
alexander -
ANTONIO VEGA CASTAÑEDA -
Cralos Gomez -
Priscilla Rodriguez -
Cuantas veces mas tendran que pasar cosas como estas para darnos cuenta de lo valioso que es nuestro planeta, lo vemos todos los dias en la t.v., que pasara cuando seas tu parte de la noticia del dia, cuando sea tu familia la que no vuelvas a ver, es trizte, muy trizte que cosas asi pasen, cuantas vidas mas? no lo se, solo pido a dios que nos perdone y nos ayude a ser fuertes, cuando llegue el momento.
geraldine -
javier ulloa -
stefano -
elydia -