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DESENCANTOS CON LA MORATORIA

DESENCANTOS CON LA MORATORIA FOTO: GRUAS EN CORRALEJO
Autor: Carlos Suárez Rodríguez, Doctor en Biología y miembro del Partido Verde Canario
LA CAPACIDAD DE LOS PROMOTORES URBANÍSTICOS PARA FAGOCITAR LAS NORMAS Y CONTENIDOS AMBIENTALES DEL PLANEAMIENTO CONVIERTEN EN FARISEOS TODOS LOS INTENTOS GUBERNAMENTALES DE PROTEGER LOS RECURSOS NATURALES.

Una de las razones para que el desarrollo sostenible en Canarias sea aún una quimera, es la desvinculación del sector empresarial privado con la preservación del medio.
La desmoralización y el desencanto que los ciudadanos recogemos de la legislación y su aplicación en Canarias viene directamente asociada a una errónea concepción administrativa y técnica de la Ordenación del Territorio que se ancla en los principios urbanísticos de la zonificación como herramienta de planificación territorial.

En el fondo esta técnica trata de contener los impulsos económicos localizándolos territorialmente creando así focos de atención de las reservas financieras.

El potencial arrollador del crecimiento económico se ha enfrentado así al potencial desmedido de la administración para parir normativas ( un verdadero lodazal legislativo como ya reconocen algunos exconsejeros de Política Territorial) sin apoyo financiero ni económico que las acompañe. Así, un plan de desarrollo urbanístico acaba siempre en un conjunto inmobiliario que llena de gruas el paisaje mientras que un plan de desarrollo ambiental acaba siempre lleno de polvo en los sótanos de una Consejería.

Por eso no nos debe sorprender el voluminoso crecimiento urbanístico creado por la Moratoria en Canarias precisamente cuando se persigue su contención y su freno.

El Gobierno actual juega así a propiciar el crecimiento quedándose tan solo con la parte normativa sin implicar a los agentes socioeconómicos en las tareas de conservación de sus recursos colindantes.
La capacidad de los promotores urbanísticos para fagocitar las normas y contenidos ambientales del planeamiento convierten en fariseos todos los intentos gubernamentales de proteger los recursos naturales.

Las estrategias de prevención de impactos ambientales son solo cédulas de tránsito entre la tramitación del plan y su autorización definitiva sin efectivas herramientas de vigilancia ambiental posteriores que fiscalicen y monitoreen los condicionantes de aquellas cedulas concedidas.

Durante estos años nos han vendido la conservación en Canarias como uno de los grandes logros frente al desarrollo urbanístico. Pero, en vista de los resultados ya hay que concluir en otro argumento.
En realidad, la Ordenación del Territorio ha sido la herramienta perfecta que encontró el urbanismo para que el desarrollo desaforado que necesitaban se implantase en las Islas.
Si no hubiese territorio protegido no habría territorio sin proteger.

Sacando los suelos protegidos de la maquinaria desarrollista se conseguía agilizar el proceso aislándolo además de los compromisos ambientales que tendrían si estuviesen incluidos los unos en los otros.

Pero hoy sabemos que las especies, los espacios y los procesos ecológicos no se rigen por los parámetros del planeamiento urbanístico. Estos tan solo sirven a los promotores y a los procesos socioeconómicos.
Por ello es necesario volver a incluirlos en la maquinaria desarrollista.
Hay que involucrar a los promotores en la conservación de los recursos naturales, obligarles a tener en cuenta no solo en el papel sino en sus bolsillos la gestión de las especies y los espacios.

Habrá que reeducarlos al igual que se hace con otras patologías socialmente inaceptables.
Hoy por hoy, es indignante ver a los promotores del turismo sentados, observando desde la terraza de su hotel el espacio protegido del que viven, destruyendolo y no invirtiendo en ellos porque “ no son de su competencia”. Como igual de indignante es comprobar como los gobiernos, amparados en sus inercias administrativas, miran para otro lado ante los despropósitos que generan sus erróneas decisiones.

Si queremos tener futuro, al menos ambientalmente saludable, hay que cortar de cuajo estas operaciones de lobotomía que tanto unos como otros practican con nuestro territorio en Canarias.

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